jueves, 5 de noviembre de 2015

Helado de naranja bio - natural

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Investigadores de la Administración para el Desarrollo Rural y la Facultad de Veterinaria de la Universidad Nacional de Jeju anunciaron el miércoles 4 los resultados de un estudio conjunto. Tras alimentar ratones de laboratorio con pienso mezclado con extracto de mandarinas clementinas durante 6 semanas, perdieron un 10% de peso y su nivel de azúcar en ayunas se redujo un 28%, respecto a los que fueron alimentados con pienso alto en grasas.

Asimismo, los animales estudiados mostraron niveles notablemente altos de sustancias que provocan la secreción de insulina, como flavonoides, y también pigmentos naturales que reducen la inflamación vascular y el nivel de colesterol.

Se espera que el estudio contribuya a aumentar el comprar mandarinas clementinas de Valencia entre el público en general, así como su uso en la producción de medicamentos. Fuente: kbs world radio. Comprar naranjas de Valencia a domicilio por Internet.

martes, 3 de noviembre de 2015

La caperucita argentina de los árboles frutales online

 

Ludmila Medina no es Caperucita Roja y Floresta no es un bosque. Sin embargo, la joven de 26 años se las arregló para armarse su propio bosque fantástico. Es apasionada por los árboles, al punto que uno cuelga de una cadenita en su cuello y brilla como un limón. La afición la llevó a relevar más de 2000 especies frutales y medicinales plantadas en las calles de Buenos Aires y confeccionar el mapa "La Ciudad nos regala sabores" un mapa virtual que "tiene la finalidad de mostrar los Comprar árboles frutales de Valencia para todos aquellos que quieran aprovechar el fruto de los mismos".
El cuento diría que un día, hace tres años, Ludmila volvía de visitar a su abuelo junto a su novio y se topó con un mandarino. Ninguno lo pensó un segundo y se treparon para cosechar o comparar mandarinas clementinas de Valencia, hasta que una señora los chistó desde la ventana de su casa. "Nos dijo que estábamos robando, entonces le explicamos de buena manera que no era así, ella trajo una escalera y terminamos recolectando para los tres", recuerda la joven que estudió la tecnicatura en producción vegetal orgánica y trabaja en la dirección de arbolado porteño.
Así empezó a recolectar información, pateando la calle con anotador en mano. Primero, con la ayuda de su mamá y su hermanito, luego, con una incipiente red de colaboradores que ingresan información en el sitio http://arbolesciudad.com.ar. El trabajo es arduo dado que se estima que el 1,5% de los árboles de la ciudad son frutales. Otros tantos, medicinales.
Aguaribay, alcanfor, banano, castaño, ciruelo, damasco, duraznero, gingko biloba, higuera, kumquat, laurel, limonero, membrillero, mora, mandarina, naranja, níspero, olivo, palta, pecán, pomelo y cítricos. Pero Ludmila también encontró maracuyá, papaia, goiaba, aguaribay y mburucuyá. La Ciudad tiene para servirse, y en abundancia.
Entramos al pasaje Alejandro Korn, uno de los tantos que están perdidos por Floresta. Una obra en construcción es el único sonido vivo durante un mediodía de un día de semana. Ludmila no le teme a los piropos y enseguida se dispone a bajar un limón, aunque no lo logra.
"Me construí una suerte de recolector para casos como este. Se trata de un palo de escoba y una botella cortada." Una cosa llevó a la otra y Ludmila también organiza paseos abiertos a la comunidad, con previa inscripción en el Facebook del proyecto. "En la primera éramos unas 20 personas y ahora llegamos a 60 –comentó–, la idea es caminar la calle durante una hora, conversar acerca de las especies e ir comiendo de lo que los árboles nos dan. Hemos comido de todo: nueces pecan, mandarinas, moras y naranjas. La abundancia es lo que más les llama la atención a todos, dado que, solamente de un árbol, podemos llegar a sacar dos naranjas o dos mandarinas para cada uno del contingente." Uno de los tips que se aprenden en los paseos sirve para identificar las naranjas sabrosas de las amargas: "la que no es para jugo es más grande, tiene la cáscara rugosa y anaranjada pero la pulpa es amarillenta".
El consumo de las especies que crecen en la vía pública no está garantizado por ningún organismo oficial y nadie analiza la calidad de los frutos, sin embargo, la mayoría son especies con cáscara, que protege a la pulpa el smog y otros agentes contaminantes. "Con las moras, es cuestión de jugársela", desafió Ludmila.
No ocurre lo mismo con las medicinales (tilo; pezuña de vaca y gingko bilova) o los yuyos que crecen en las calles y que también son comestibles. "Se produce y se ofrece al público lo que indica la demanda y eso depende de la pura información. Mucha gente no sabe que entre los ladrillos de la Ciudad crece lágrima de virgen, diente de león, verdolaga y mastuerzo, aunque hay que ser precavido con la ingesta de estas cosas porque pueden haber sido contaminadas con orín o heces de animales", advirtió la joven. Y antes de subirse a su bicicleta de cuento, finalizó: "Me encantan los árboles porque es algo que nos acerca a la naturaleza, tan lejos que estamos, pero también nos acerca, y más pudiendo cosechar en plena ciudad, porque en cierta forma nos conecta con nuestro instinto recolector". «


Ficus, pindó, palo borracho y níspero para todos
Un reciente informe de la Organización Mundial de la Salud dio cuenta de que la Ciudad de Buenos Aires tiene el mínimo de árboles sugeridos, o sea, uno cada ocho personas. Sin embargo, un plan oficial prevé sumar 70 mil en un plazo de cinco años, aunque no especifica que hará con los actuales. La cifra es ajustada pero resulta mejor que las registradas en Bogotá, Nueva York o Barcelona.
Se le llama arbolado urbano no sólo a las especies plantadas en las aceras sino también aquellos ubicados en sitios privados. El 5% del total corresponde a los plantados por los vecinos. La preferencia arrabalera es el ficus. El censo de 2012 indicó que hay 23.707 plantados por los residentes, aproximadamente el 5% de la población total. Lo siguen el pindó, el palo borracho, el palto y el níspero.
El fresno americano (143.405), el plátano (34.338), el tilo (17.284), el jacarandá (10.975) y el crespón (10.184) son las principales especies que pueblan las veredas, pero no son las únicas, en la Ciudad se detectaron unos 300 tipos de árboles.
La ingeniera agrónoma Ana Guarnaschelli sostuvo que "el estado del arbolado es preocupante; faltan árboles en la ciudad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica como conveniente 10-15 metros cuadrados de espacio verde por habitante (m2/hab), y en la ciudad los números están bastante por debajo de eso."
La especialista, docente de la cátedra de Dasonomía de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), dijo que esas cifras son, según el gobierno porteño "de 6.1 m2/hab, pero otras fuentes hablan de 2.97 m2/hab".
En relación con los árboles de las veredas, Guarnaschelli precisó que "la arboleda de alineación de la Ciudad tiene diversos problemas que vienen de mucho tiempo atrás y son derivados en gran parte de la incorrecta elección de especies en numerosísimos sectores de la ciudad".
A esto se suma la existencia de "ejemplares muy añosos, en mal estado, muy descuidados, deformados y mal distribuidos", señaló. Fuente: Info News. Comprar naranjas de Valencia a domicilio por Internet.


lunes, 2 de noviembre de 2015

El oro naranja de Valencia

Cuando la naranja valenciana se vendía vestida con papel de seda y por unidades en Londres, a precio de oro, la época dorada de los cítricos echaba raíces. Corrían los años treinta del siglo XX.
La citricultura escribía en aquella época las páginas más dulces de su historia y enrolaba en su ejército a miles de hombres y mujeres, artesanos y comerciantes. La epopeya del fruto anaranjado florecía llenando los bolsillos de productores y terratenientes.
La vida de este sabroso manjar y de quienes lo cultivaron con mimo en esos años se cuenta, a través de imágenes, carteles de anuncios, antiguas recetas de cocina y fotografías, a partir de hoy en la localidad de Algar de Palancia, en el Camp de Morvedre.
Una exposición, en la que han participado vecinos, coleccionistas y propietarios de empresas citrícolas y almacenes, rescata documentación inédita, antiguos aperos, cajones de madera o mimbre, papeles de seda, pesas y hasta las fórmulas culinarias de nuestras abuelas para homenajear al gran fruto que ha dado sabor y color a la vida valenciana.
El Museo Etnográfico de Alfara de Algimia es el capitán de este barco itinerante llamado 'La Historia de la Naranja', una idea que ha contado con el respaldo del Ayuntamiento de la población, Fundación Social Bancaja Sagunto y la Mancomunitat de La Baronia. La misión es rescatar información para que los jóvenes puedan conocer cómo surgió este prolífico mercado y los mayores hagan memoria.
Francia solicitaba «un papel de seda más grueso para evitar que el producto llegara magullado, mientras que Inglaterra lo quería más fino. Se cuenta que el primer hombre que exportó 50 cajas de naranjas logró suficiente dinero para vivir y producir todo un año», explica Salvador Mery, comisario y organizador de esta muestra.
En los años treinta el trabajo en los almacenes lo realizaban las mujeres «sentadas en el suelo y apoyadas en cojines que se ponían en las rodillas. Así trabajaban durante nueve horas diarias o más».
Los «cogedores» siempre eran hombres, cargaban el producto en los carros y lo llevaban a los almacenes, aunque a veces las mujeres «ayudaban a descargar mercancía cuando llegaba por tren».
La exposición recoge bibliografía y poesías de autores de la talla de Antonio Machado o Federico García Lorca en las que aparece el naranjo en flor o el aroma de sus frutos y artículos periodísticos sobre la recolección tradicional procedentes de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.
Muchísima gente vivía de este cultivo «porque requería carpinteros que fabricaran los cajones, herreros para las tachas, empresas de papel, collas de mujeres para acudir a los almacenes y hombres para ir al campo».
Este estudio itinerante viajará a otras localidades como Albalat dels Tarongers y Torres Torres en los próximos meses.
«En cada población aparecen fotografías de los vecinos y vecinas. Son paneles específicos de cada zona porque hemos querido que todo el mundo participara», apunta Salvador Mery.
Esta búsqueda ha permitido recuperar muchos materiales «que se creían perdidos», recolectar historias del día a día y exprimir una rica memoria colectiva, redonda por fuera y tierna por dentro. Fuente: Las Pronvicias.es. Comprar árboles frutales de Valencia.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Valencia la mejor opción para comprar las mejores naranjas

Carcaixent, cuna del cultivo de la naranja en España

Un sacerdote plantó el primer campo de cítricos en la Ribera en 1781 en un terreno yermo y empleó norias, perforó pozos y construyó balsas de riego. Hoy una ruta recuerda el máximo esplendor de estas frutas en la comarca y su situación actual.

 SELECCIÓN 
Un grupo de mujeres eligen naranjas en el Almacén de la Ribera. :: Archivo del Ayuntamiento de carcaixent

SELECCIÓN Un grupo de mujeres eligen naranjas en el Almacén de la Ribera. :: Archivo del Ayuntamiento de carcaixent


El párroco Vicente Monzó Vidal plantó el primer campo de naranjas en 1781 en Carcaixent. Nacido en el municipio de Albaida, el sacerdote era un apasionado de la agricultura y adquirió unos terrenos en la partida de la Bassa del Rei, unas tierras yermas poco valoradas cerca de la antigua ermita de Santa Bárbara, para cultivarlos. Poco antes había probado esta fruta en el huerto del Monasterio de las Dominicas, que las empleaban para obtener mantequilla de azahar. Desde entonces le rondó la idea cultivar estos cítricos o de comprar árboles frutales de Valencia él mismo y vislumbró un gran futuro para ellos. No se equivocó.

Monzó se unió al notario Carlos Maseres y el boticario Jacinto Bodí para lograrlo. Mandaron traer desde Murcia unos pies de limonero injertados de naranjo dulce y los plantaron en los terrenos de la Bassa del Rei pero estos eran de secano y el agua era insuficiente. Para solventar estos problemas perforaron pozos en cada cultivo, montaron las antiguas norias construidas por los árabes y construyeron balsas para riego y pequeñas casas de labor. «Sabían los de Carcaixent que los naranjos prosperan en terrenos areniscos si se benefician con estiércol y riegos; convidávales la naturaleza de los campos y el agua la ocultaba la tierra; empezaron a taladrarla con pozos, hizieron norias y convirtieron los arenales en bosques de naranjos», relató el botánico Cavanilles en sus 'Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reino de Valencia'.

Estas plantaciones no tardaron en proliferar hacia la Muntanyeta y el Barranquet. El sacerdote Monzó había «electrizado con su ejemplo a muchos vecinos, y ya se ve gran multitud de huertos de igual naturaleza», relató el botánico Cavanilles. Alzira y otros municipios de la comarca de la Ribera acogieron naranjales, que se extendieron por toda la costa mediterránea. Era el principio de un negocio que alcanzó su máximo esplendor en las primeras décadas del siglo XX cuando este cultivo vivió su época dorada.




La comercialización comenzó con el intercambio con los mercaderes que llegaban en burro a vender trigo. Despúes llegó la venta a otros países. El primer país en consumir la naranja de Carcaixent fue Francia a principios del siglo XIX. Hasta allí llegaban partidas por carretera o por mar. En 1826, a petición de los importadores, el fruto se envolvía en papel de estraza y luego se empaquetaba en cajas de madera, tal y como se desprende de los documentos del Archivo Municipal.

Este embalaje resultó ser todo un éxito. Aumentó el precio y se plantaron nuevos campos, aunque este papel moreno, fabricado en Buñol y Anna, dejó de usarse unos años después. En 1848, el comerciante mallorquín José Catalá Broseta comenzó a empapelar de nuevo el fruto como dos décadas atrás y lo hizo en el primer almacén que se estableció en Carcaixent. En 1859, sustituyó aquel papel por otro de seda blanco que comenzó a importarse del extranjero.

En 1870 el Reino Unido descubrió las bondades de la naranja y comenzó a consumirla. El primer envío, a modo de prueba, constó de medio centenar de cajas. Fueron los hermanos Fournier, dos músicos franceses, quienes, al ver los frondosos huertos de naranjos, atisbaron las posibilidades de hacer negocio. Los galos acudieron al despacho de Sagrista Coll, consignatario de la línea de vapores de Barcelona-Liverpool, para contarle su idea de exportar la «manzana de oro» al Reino Unido. En cambio, la idea agradó al agente de aduanas José Aguirre, quien a los pocos años se había convertido en el mayor intermediario entre los comerciantes valencianos de las zonas productoras y la casa corredora de frutas Dart Roggers, ampliando su negocio a la cebolla y el cacahuete, entre otros.

Poco a poco el azahar fue tomando todo el campo y el negocio que generaba provocó un gran desarrollo local. En 1854 llegó a Carcaixent el ferrocarril de la línea de Valencia a Xàtiva y una década más tarde entró en funcionamiento el tranvía Carcaixent-Gandia-Dénia. La comercialización se multiplicó gracias al ferrocarril. En plena temporada de naranja, salían cada día varios convoyes cargados de naranjas. Más de 10.000 operarios se encargaban de la recolección y confección por lo que se necesitaba traer gente de fuera. La población de Carcaixent comenzó así a crecer. Muchos de ellos se establecieron en los huertos cercanos a la ermita de Santa Bárbara, y después se levantó otro barrio junto a la Muntayeta y un tercer núcleo en las Barracas de San Antonio.

Confección de envases
En paralelo, comenzó a tejerse toda la industria necesaria para la comercialización de este producto. A mediados del siglo XIX se levantó la primera serrería para la confección de envases. Después se estableció un taller de reparación tras instalarse en el municipio en 1876 la primera máquina de vapor para sacar agua. También se pusieron en marcha varios talleres para imprimir el papel que sirve de envoltura a la naranja.
En 1916 logró el título de ciudad en reconocimiento de su prosperidad. La localidad vivió una auténtica revolución industrial con la naranja y llegó a contar con más de un centenar de almacenes.
A principios del siglo XX los cítricos se exportaban a países como Francia, Reino Unido, Alemania y Holanda. Pero la I Guerra Mundial frenó este negocio en la Ribera y también en la Safor y Sagunto. Las exportaciones volvieron a remontar alcanzando un máximo histórico en 1930, gracias a las mejoras en el transporte. Tanto es así que España se convirtió en el principal exportador mundial de naranjas. Pero la Guerra Civil española y el inicio de la II Guerra Mundial volvieron a perjudicar este comercio. El máximo esplendor de la naranja se vivió en las décadas centrales del siglo XX, con un significativo aumento en la producción y exportación. Después se produjo una crisis en el sector citrícola y en la actualidad aún tiene un peso importante pese a la fuerza que ha cobrado en las últimas décadas el sector de los servicios.
Hoy en día, la superficie destinada al cultivo de cítricos en la Comunitat ronda el 30% y es la autonomía que produce el 65% de todos los cítricos de España y la que exporta las tres cuartas partes de fruto al extranjero. Otro dato revelador es que el sector citrícola valenciano cerró la temporada 2012-2013 con un récord de ventas de mandarinas y naranjas al exterior al colocar en los mercados casi tres millones de toneladas. Alemania, Francia, Reino Unido y Países Bajos son los principales consumidores de este cultivo tradicional.

En pleno siglo XXI, la huella de la naranja es notoria en la localidad que la vio nacer. Carcaixent cuenta con una ruta que pone de relieve la importancia histórica de este cítrico. El recorrido desvela en cuatro horas los tesoros arquitéctonicos del cénit de la naranja, así como los procesos de comercialización del cultivo desde el siglo XIX hasta la actualidad. El año pasado cerca de 4.000 personas participaron en esta iniciativa. Muchos de ellos fueron escolares extranjeros (el 80%, procedentes de Francia). También la han visitado personas de Alemania, Bélgica, Reino Unido, Australia, Noruega e Italia.
La catedral de la naranja 

Durante la ruta se visitan tres pilares básicos para conocer la historia de este cítrico y el porqué Carcaixent es conocido como la cuna de la naranja. La primera parada es un almacén de principios del siglo XX (1903), un edificio conocido en la comarca como «la catedral de la naranja». Se trata de una estructura de estilo ecléctico, antiguamente propiedad de la familia Ribera, que retrotrae al visitante a los inicios de la historia de la fruta dorada. Actualmente es de propiedad municipal y se utiliza para actos culturales.
Después, ya en un almacén moderno, se descubre el proceso de elaboración de las cajas de naranja, desde que el producto llega del campo hasta que finaliza su recorrido en la tienda o supermercado.
La ruta concluye con un paseo por alguno de los huertos monumentales de naranjos que existen en la localidad, un momento que permite disfrutar del aroma del azahar así como recoger naranjas directamente del árbol. Fuente: Las Provincias. Comprar naranjas de Valencia a domicilio por Internet.